Recuerdo que el colegio en el cual estudié, a pesar de ser parroquial, recibí una muy buena educación y a los 9 años me asignaron como tarea realizar un informe acerca del SIDA. Desde entonces siempre estuve bastante informada sobre el tema y en casa veíamos documentales o programas especiales al respecto y en el colegio, sí, en el colegio Parroquial, y donde estudié bachillerato, siempre nos daban charlas de orientación sexual y eso incluía el tema del SIDA y su prevención.
A pesar de conocer sobre esta enfermedad yo tendía a verla lejana, como algo que le pasaba a otros pero nunca pasaría en mi entorno.
En mi familia existía el tío mujeriego, el tío que tenía dos novias "formales" y además se tomaba el tiempo de echar "canitas al aire": mi tío Carlitos.
Un día el tío Carlitos comenzó a enfermarse muy seguido, tenía una tos que cada vez se ponía peor, comenzó a perder peso y lucía bastante demacrado. A los "pequeños" de la familia se nos informó que el tío Carlos tenía "cáncer de estómago" pero que estaba recibiendo tratamiento.
Las gelatinas especiales, que él tenía que comer, en la nevera de la casa de los abuelos, el montón de frasquitos de pastillas y también recuerdo la "tensión en el ambiente cuando el tío estaba cerca", la nota de misterio suspendida siempre en el ambiente.
Pasaron un par de años, tío Carlitos había mejorado bastante en ese tiempo pero de repente volvió a recaer, esta vez parecía ser más agresivo. Un día mis papás nos reunieron a mí y a mi hermano, ese día en que consideraron que teníamos derecho a conocer la verdad: "su tío Carlos no tiene cáncer, su tío Carlos tiene SIDA por eso queremos que lo sepan para que tengamos las precauciones necesarias pero que lo hagamos sentir cómodo. Recuerden que no se contagia por estar cerca de él, abrazarlo, tomarle la mano (...) y ahora que lo saben lo más importante es NO LO COMENTEN CON NADIE, ESO DEBE QUEDAR ENTRE NOSOTROS."
Eso se convirtió en el elefante que estaba dentro de la habitación pero del que nadie hablaba.
El tío se fue debilitando, estaba tan delgado que dolía mirarlo y sus ojos eran tan tristes, tan vacíos como si alguien le había robado el alma (si es que existe eso que llaman alma), finalmente lo mató una neumonía terrible, recuerdo que tenía mucho miedo de morirse y mi hermano tuvo que ayudarlo a relajarse hasta que exhaló su último respiro.
Murió rodeado de toda su familia, nunca tuvimos miedo de abrazarlo, tomarle la mano, intentamos hacerlo sentir cómodo y protegido porque sabíamos que afuera nadie lo haría. Aunque todos sabíamos por qué esa pulmonía había sido fulminante eso fue siempre un tema tabú y para los de "afuera" mi tío Carlos murió de cáncer que comenzó en el estómago y luego hizo metástasis.
Pensando en esta historia cercana y tan personal, siento mucho coraje de ese maldito tabú que sigue siendo el SIDA, si alguien lo padece pasa a ser el "bicho infeccioso que todos temen", si alguien padece SIDA es como si pasara a ser un monstruo temible, el señalado, el juzgado por sus pecados. Pero resulta que puede pasar a cualquiera de nosotros, todos estamos expuestos y todos somos responsables de prevenirlo, todos somos responsables de luchar contra una plaga como lo es el SIDA. El primer paso es continuar con la lucha por romper el tabú que todavía existe, que no sea una vergüenza y que las personas que viven esa pesadilla puedan recibir apoyo médico, psicológico y que la sociedad no los excluya.
Recuerdo que antes me daba mucha vergüenza decir que tuve un tío que padeció SIDA porque las pocas veces que lo conté había un silencio terrible y miradas escrutadoras, yo pasaba a ser por un momento el "bicho infeccioso".
Aún falta tanto por hacer para que la lucha contra el SIDA sea cada vez más fuerte, hay tanta gente que educar, tanto que cambiar en la sociedad para que podamos hablar con propiedad del elefante que está dentro de la habitación y tomar "precauciones" y "prevenir" en lugar de sentir "terror".
Si existe un más allá desde dónde mi tío todavía puede mirarnos, que no sienta pena por haber sido una víctima del SIDA y haya tenido que ser un tabú como si hizo algo imperdonable y vergonzoso. Mi tío murió hace ya 18 años aproximadamente, tenía 35 años. La falta de información, el creer que "eso le pasa a los demás y no a mí" y no ser responsable de sus acciones y sus "canitas al aire" porque no conocía el daño que podía causarse a sí mismo y causarle a otros teniendo relaciones sexuales sin protección (no sólo el SIDA). Que no existan más como él, que todos estemos informados, educados y preparados para prevenir y no propagar más esta plaga.
Que no se trata de juzgar lo que hacen otros pues "cada quien hace de su culo un florero" pero que seamos responsables, que nos cuidemos y cuidemos la vida de otros.
¡Usa el condón, detén el SIDA!
mi tío Carlitos de pequeño